Me refiero a la bestia blanca. No me quiere, sólo me usa.
Gatos...
No os fieis de las rosadas naricillas.
Iconoclasta
La realidad tomada por mi cámara. Seres creados para combatir la mediocridad. Instantes que no siempre son lo hermosos que nos dijeron.
Me refiero a la bestia blanca. No me quiere, sólo me usa.
Gatos...
No os fieis de las rosadas naricillas.
Iconoclasta
No tiene otro sentido, más que lo ornamental, un gato sin ratones que cazar; cosa que explica el dramatismo de esta foto y todos los pelos que no se aprecian en el escritorio.
Mientras esto sucede, mi pensamiento agudo y analítico, afilado como un canto rodado; Murf permanece irritantemente impasible, sin problema.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Se juntan, reúnen, asocian y compiten.
Se solapan bellezas y coloridos unos sobre otros en un caos de hermosa psicodelia.
Tanto que me hacen ajeno al planeta. Me pregunto qué cojones hago yo aquí, tan gris, tan incoloro…
Tan neutro y anodino.
Corporativistas orgullosas…
No comprendo mi existencia en el planeta ante la Corporación de la Belleza y el Color.
Iconoclasta
Hay días que por alguna razón no soporto las amenazas del planeta ni su arrogante vanidad.
Siempre descomunal y hermoso hasta la paranoia.
¿Qué le pasa?
¿No está cansado de sí mismo como yo?
Dicen que la edad da sosiego. Y una mierda. Siento pulsar la ira como el síntoma del estallido de un capilar en el cerebro, en el pensamiento mismo.
Es hartazgo.
Como si me importara vivir más tiempo para simplemente sentirme abrumado por las colosales y amenazantes bellezas que se me regalan como premio de mascota.
Estoy cansado de idiotas y sus vanidades, de subnormalidades, de la vulgaridad de lo ostentoso.
¿Por qué no puede la belleza ser amable y no echarte a la puta cara que eres un mierda?
¿Por qué el planeta no me ama como ella? Como si fuera fácil, como si no se diera cuenta de la miseria que soy, sonriéndome sencilla y rotundamente hermosa como una bailarina de cajita de música…
Sin ternura y cordialidad la belleza es amenaza y humillación.
Hoy es mi día de pasarme la espectacularidad por el culo; mira por dónde.
Esas magnitudes geológicas pretenden aplastar mi pensamiento, destruir mi imaginación para que no describa mundos mejores.
Porque los he imaginado, soñado y escrito.
El planeta es un envidioso censurando incluso, las posibilidades que pudieran ser mejores que él. Por ello, por mimetismo, los gobiernos y su gentuza son los reflejos mínimos de la maldad del planeta. Todo encaja mierdosamente.
¿Todo esa magnificencia para recordarme que la muerte ronda cerca, que soy demasiado insignificante? ¿Se trata de esto?
Tal vez esté un tanto susceptible y la agresiva beldad de lo colosal me pesa absurdamente en el ánimo por alguna química descompensada. Bien, pues me parieron así de descompensado, hay que joderse.
Un hombre primitivo cansado de tanta ostentación de poder planetario… ¿Y la sangre y el dolor derramado también es bello y espectacular? Así debían pensar en algunas ocasiones mis ancestros, aquellos que vivían bajo el cielo negro temiendo ser alimento de un depredador durante la noche.
No debería hacer eso, ya tengo bastante petulancias cada día con los idiotas que son más pequeños e imbéciles que yo.
Y más feos.
Y ahora tú el planeta también jodiendo.
Lo siento chaval; pero hoy no estoy para mierda.
Coño, siempre amenazando con ser temible, como un mierda de puto dios de tantos que hay flotando por todas partes.
Ahora soy yo el que alardea de una maravillosa y liberadora locura… Tan pequeña y tan hostil.
No está mal, me gusta.
Y ahora a fumar ya más relajado en lugar de masticar el filtro.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta
No es grande, no llega a tocar el cielo; pero al final logró ser dios y ahora rige solitario, en una bola de cristal invisible, su eterno y exclusivo mundo donde luce majestuoso, entre cielo y rocas. Y a su espalda, los miles de adocenados árboles del bosque hacinados, lo observan con desdén lucir su fronda de miles de pequeñas flores radiantes.
Si dios no ha castigado su vanidad partiéndolo con un rayo, se debe a que tenía razón en su vanidad: es tan bello como un dios.
Y bueno, aunque pedantes, ciertas perfecciones se agradecen en este sórdido mundo de fealdades banales e intrascendentes, a duras penas vivas.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
La luna se ha mostrado rotunda y sé que ambos la miramos. Soy hombre lunar por necesidad de ella...
Iconoclasta
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El vendedor me preguntó:
¿Qué quieres grabar en la tapa?
Que todo rumbo es incierto, le contesté con cierta desgana, con cierto cinismo.
Qué razón tienes…, dijo.
No quisiera tenerla, sinceramente.
Bueno, te llevas una brújula preciosa, dijo alegremente.
Yo quería que ella me llevara a mí, le contesté con sonrisa astuta.
Pues en tres o cuatro días la tienes. ¿Algo más? ¿No? Son 155, zanjó la cuestión.
¿Tu nombre, dirección o teléfono?
La dirección no la sé por eso te compro la brújula.
¡Jajajaja!
Yo también reí.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Rumbo, brújula, experiencia, imprevisibilidad, pensamientos, fotografía, Iconoclasta, Ultrajant, Pablo López Albadalejo,
Sería ridículo viajar en el tiempo y ver esto, cuando en el presente es táctil. Solo he tenido que caminar silenciosa y solitariamente unos minutos, cuando cae a ratos una fina lluvia que no le gusta a nadie más que a mí.
No hay nada cuántico en ello, no hay fantasía galáctica. Basta pensarlo, basta sentirlo sin dejar a nadie pudriéndose de vejez en La Tierra.
Hay muchos muertos que han visto lo mismo que yo, no es inusual.
Solo es algo accidental, un pensamiento de pasada, ser consciente de que es un jalón del pasado en un bonito momento, con la bruma del silencio y la soledad suavizando la muerte.
Lo embarazoso es pensarlo sin tapujos: soy un cadáver en ciernes.
Es una melancólica realidad que establo y campo no viajan en el tiempo, se han quedado estancados en el pasado. Tal vez, si pudieran, sonreirían pensando al verme: “Otro que va a la tumba”.
Sé muy bien que voy con paso firme hacia la podredumbre y se pueden meter su sarcasmo y vanidad por el culo si lo tuvieran.
La piel de mis manos está más cuarteada que el muro de piedra. Y me gusta.
Yo también tengo mi orgullo, mi orgullo atávico como yo. Tanto que, me pregunto si es mi último otoño, sin melancolía, sin tristeza; solo es un pensamiento casual, una curiosidad.
El final del camino es oscuro como el ataúd cerrado y voy hacia él.
Sin remilgos.
La vida no ha sido como para tirar cohetes con efecto final de palmeras doradas y trueno. No me ha gustado, estoy seguro de que las hay mejores en otros tiempos y lugares, en otros mundos como los de mis sueños.
Alguien podría decir que soy un amargado. Bien, nada es perfecto.
Algo pasó conmigo que no nací bien.
Me largo, bye.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
No se conforman con volar, tienen que trepar arriba y abajo por los árboles.
Volar es demasiado fácil, demasiado vulgar.
Son buenos escaladores…
Y yo solo hago lo fácil.
Mierda…
Verticalmente, cabeza abajo avanzan tan veloces como hacia arriba.
En la ribera del río, donde escribo a menudo, se me queda suspendida la pluma a unos milímetros del papel observándolos. Y me doy cuenta de que no es necesario escribir, solo ser. Al final, carezco de importancia.
Soy menos que ellos.
Escribir es una patética vanidad, un intento por trascender a nada.
Cuando el silencio es largo y sin roturas, se acercan y me miran desde el árbol girando la cabeza con curiosidad, me arrancan una sonrisa secreta. Y al cabo de un instante, se acercan a mis pies sin timidez.
Pero cuando se acercan las estridentes voces humanas o sus horribles músicas ajenas a ellos; se van.
Y me dejan solo con los que no quiero.
Quisiera trepar y volar tan veloz como ellos, para alejarme con rapidez de los otros, los invasores. Y no puedo, soy de una torpeza que me da vergüenza escribir.
Nací estropeado, o algo pasó que no fue bien en mi concepción.
Si fuera un trepador, no me acercaría a alguien como yo, tan anodino… Pero son buenos tipos. Demasiado buenos.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
La balsa está podrida porque no hay agua limpia que la llene. Y la que le llueve es orina, orina enferma y vieja.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Te puedes preguntar si has pasado en coma ocho meses y tras abandonarte en un paraje cualquiera, has despertado en un nuevo invierno. Y de paso, golpearte las sienes para asegurarte que el cráneo está lleno.
Puedes preguntarle a la irritada comadreja temblona si le ha pasado lo mismo que a ti.
Y la única explicación es la que recuerdo de hace unos minutos, cuando vi nevar a través de la ventana de la cocina salí de casa, de su calor y refugio. Y preferí el frío y fumar entre copos que el viento arrastra veloces, a millares; silenciosamente, como una melancolía que se deshace, deslizándose rostro abajo.
La comadreja malhumorada me dice que estoy loco. Yo le respondo que no puede hacer daño, he vivido momentos peores; pero no tan bellos.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Pareciera que de sus grandes fauces, fuera a vomitar otras tablas de piedra, con más mandamientos.
Y he pensado en Moisés y su paranoia.
El mito era un hombre enfermo que se drogaba.
Que sometió a un pueblo mendigo con las mentiras de sus delirios.
Y el pueblo prometido, lo mismo que los habitantes de hoy día, una manada de lerdos quejumbrosos y cobardes, con un pánico patológico a la libertad y a valerse por sí mismos.
La nube debería tener dientes (y bombas nucleares) para devorar a todo aquel que se encuentre bajo ella, aunque me matara a mí también.
Sería un buen trato. ¿Verdad, nube feroz?
Hazlo, nube voraz, mátalos a todos, que no quede ni una sola estirpe humana en La Tierra. Sin más mandamientos de mierda, métetelos en tu caníbal y monstruoso culo.
Mátalos en silencio, y si existe un Moisés, asegúrate de que su muerte sea dolorosa, que se quede atrapado entre dos de tus dientes y muera lentamente con cada movimiento de tus carnívoras fauces.
Y a pesar de todo, eres de una fascinante belleza.
Iconoclasta
¿Y si alguien me los roba, me los impide?
¿Qué hago? ¿Cómo gestiono la venganza, la violencia que conlleva el robo de la más básica libertad?
¿Cómo defender pacíficamente lo que me pertenece cuando me lo han robado a la fuerza, con humillación?
¿Cómo hacer pagar el dolor causado cuando intentan robarme mi parte del planeta encarcelándome?
No saben lo que hacen, no pueden imaginar dónde les llevaría semejante acto.
Hay consecuencias…
Es precioso y es mi privilegio de hombre admirar los amplios cielos, los inabarcables horizontes.
Vale la pena combatir por ellos, cualquiera que sea el precio.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Tiene su vanidad, le gusta mucho la canción The Lion Sleeps Tonight (Wimoweh), aunque no me lo creo. La verdad es que me gusta más a mí.
A él le encanta observar los pájaros que le gustaría cazar y decapitar juguetonamente.
No es un vulgar león. Es un tanto vanidoso y el muy felino tiene razón para serlo.
Y no le gusta que le molesten cuando duerme.
Pinche Murf…
También me hace notar que yo no soy más que él.
Y estoy de acuerdo, muy de acuerdo.
Iconoclasta
La fotografía en blanco y negro es una bella metafísica de la mediocridad. Una gama de grisentería que hace de los colores más apagados un misterio y a los más radiantes roba su protagonismo y vanidad.
Tal vez el blanco y negro, además de su facilidad para revelar por cualquier aficionado en los tiempos anteriores a la foto digital; tiene su encanto en que es una visión extraña del mundo, más simple; pero hace de las texturas las grandes actrices estelares. Lo viejo se hace atávico y a falta de color, más digno al convertir lo decrépito en antigüedad. El pelaje más intenso, más espeso, o más ralo si así se da el caso. Las plantas ostentan con orgullo de músculo las venas de clorofila en sus hojas y la cicatriz heroica de algún hongo.
El blanco y negro se centra en la intimidad. El color en la espectacularidad y la realidad sin piedad: es nuestra visión diaria.
Desafortunadamente (afortunadamente para nuestra supervivencia) no podemos ver en escala de grises.
El color crea polémica, una batalla de tonos que el cerebro humano debe descifrar debidamente. Lo gris relaja con su uniformidad y los simples claroscuros.
Ambas técnicas son la metáfora de la sociedad y su riqueza y miseria: puesto que no hay suficiente riqueza (color) para todos, es mejor repartir la pobreza (lo gris) dulcificándola con un poco de romanticismo. No puede hacer daño.
Es una mirada cínica al apasionante mundo de la fotografía, desmitifica los grises y le otorga su crudeza al color. Las cosas como son, por mucho que nos apasione el blanco y negro, es demasiada simplificación; como para perder el rumbo.
Las razones para elegir entre el color y la gris monocromía, cuadran con la humana esencia que ha formado una sociedad banal e infantilizada que solo satisface a los lelos: realidad o cuento.
Y me gusta la grisentería en la fotografía, me lleva a evadirme. Siempre digo que demasiado color me da dolor de cabeza. Bien, cuando fotografías y obtienes lo que has visto simplificado a una gama de grises, puedes pensar que has visitado un lugar extraño para variar. Todos quedamos perfectos en blanco y negro cuando no hay un color que pueda salir marchito.
Técnicamente la dificultad radica en el color, la idónea temperatura de la luz, el contraste mayor o menor de tonalidades, la sombras son más duras e insalvables, requiere más precisión y ser muy selectivo con lo que se pretende destacar.
Si dominas el color, dominas la técnica fotográfica.
El blanco y negro, requiere más la elección del sujeto: que sea interesante. Porque a la mediocridad de lo gris, no puedes añadir algo más gris todavía.
Es más relajante y da un respiro de tanta realidad pura y dura. Una pacífica y amable grisentería para todos los públicos.
El color no perdona y la sangre es sangre, como la carne abierta y la carne en descomposición, como las escleróticas vidriadas en rojo. O las uñas blanco amarillento de aferrarse con fuerza a un clavo ardiendo para salvarnos del hastío y se nos escapa de los dedos.
Todo puede tener su encanto y su canibalismo.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.