domingo, 23 de agosto de 2015

Entre montañas


Entre montañas... No puede haber un cobijo más perturbador para la mente, con tanta vida y tanta muerte. A veces tormentosas, a veces serenas.
Tan adentro... Tan lejos de todo.

sábado, 22 de agosto de 2015

Alambradas


Alambradas por todas partes, en el pensamiento, en el cuerpo, en los campos...
Sin alambradas no sabría la humanidad qué lugar le corresponde, en qué lado se debe encontrar cada cual.
Como si la alambrada fuera suficiente para detener el deseo, como si una alambrada pudiera evitar algo.
Como si una alambrada o un dios pudiera evitar que arrollara su cuerpo todo.


La cancela


Una cancela que no guarda nada, que no puede defender nada.
Hay inseguridades y miedos por todas partes, clavados en la tierras, en las carnes y el pensamiento.
La vanidad de ser propietario se paga con tiempo perdido, con esfuerzos que solo provocan un ridículo que no ven, porque de nuevo, la vanidad es ciega y sorda. E idiota.
Es absurda.
Son absurdos y previsibles.


La boca del lobo


Van directos a la oscuridad, a la boca del lobo.
Lo sé porque estoy dentro.
Soy oscuridad combatiendo un exceso de luz.


viernes, 21 de agosto de 2015

La definitiva luz


Como si fuera la luz definitiva, la luz final que se come la vida, que se derrama blanca y desintegradora por la tierra para fundir todas las cosas, todos los seres.
La luz me conforta, es inevitable ir a ella y atrás no hay, no queda nada.



sábado, 15 de agosto de 2015

Banco mirando al oeste


Llueve y los bancos descansan de su trabajo.
Éste miraba al oeste, como si deseara ir donde muere el sol, como si quisiera dejar de ser lo que es.
Como yo...
Los días de lluvia dan intimidad a los deseos.
Los dos somos bancos bajo la lluvia.


miércoles, 15 de julio de 2015

Un pequeño amigo


No podía volar, y la carretera como un presagio de negro destino estaba a unos metros, allá donde en la cuneta quedan los pajaros llenos de hormigas.
Daba un salto, e intentaba volar. Y caía y abría el pico pidiendo ayuda. Eso parecía...
Lo cojo y se pone nervioso, me da miedo hacerle daño. Y pienso en dejarlo, pero la carretera sigue siendo una presencia funesta.
Insisto. No me apetece que muera, sé donde hay un veterinario, que lo cure si es necesario y luego a volar. Porque no me gustan los pájaros en la jaula.
Se calma, se aferra a mi dedo mientras acaricio su cabeza, caminamos y una pareja de guardias forestales se hace cargo de él. Dicen que seguramente no le pasa nada, es muy joven y aún no sabe levantar el vuelo desde el suelo.
Era una belleza, ha sido bonito tenerlo entre las manos tranquilo.