No es una masacre, es una necesidad; pero parece un camposanto de árboles.
Los humanos lo hacen consigo mismos. Lo hacen principalmente por envidia, lo que lleva al odio, por religiones y por ideologías de iluminados con ansias mesiánicas. Cosa que me parece correcta la masacre humana. También es una necesidad, es una herramienta que si no sirve para depurar la especie humana, al menos alivia el espacio, que también es importante.
Si vale para unos, vale para otros seres del planeta.
Me pregunto si cuando sea viejo, mi sangre tendrá el mismo tono de los rojos del tiovivo.
Tal vez suba en uno de sus caballitos y esté tan descolorido y degradado como ellos. Tal vez ya sea parte de esos restos de vida que giran para nada.
Pobres viejos caballitos, pobre yo...
El hielo se aferra a vosotras como una enfermedad y no os preocupa porque sois inmortales. No ser, no sentir hace posible la eternidad.
Y tú, viejo muro tapizado de musgo. Herido por los dedos secos de las raíces que se agotaron penetrando la tierra, saliendo por tus resquicios en busca de luz.
A ti tampoco te contagia la vida, eres tenaz en tu muerte longeva.
¿Qué habrán visto tus piedras a lo largo de tantos años para que rechaces la vida una y otra y otra vez?
Yo podría ser muro, lo dice el tuétano de mis huesos, podría pasar eras geológicas sin sentir.
Hay sílex entre mis huesos. Lo sé porque cuando miro tus piedras, quisiera encajar.
Shhh... Silencio.
Lo hice mal, nunca debí dejar de ser piedra, nunca debí permitir que el hielo se derritiera con el calor de la vida.
Porque ahora soy un pétreo lamento entre la vida de los árboles y la imbatible muerte de las piedras, de los muros...
No puedes negar la fuerza de mi pensamiento, muro; por muy muerto que estés, tu musgo y tus raíces se mueven imperceptiblemente con las frecuencia de mi frustrante demencia.
Soy un fantasma, un alma en pena en el limbo que hay entre las piedras y la vida, un fósil que no cuaja.
Pesa tanto vivir.
Yo fui piedra...
Piedad.
Yo no quiero que me incineren cuando dentro de unas horas o unos días muera.
Porque quiero ser eso que el sol arranca de la tierra cuando la abrasa. Quiero ser ese vapor de muerte que se arrastra ectoplasmáticamente entre las cosas vivas.
Quiero ser lluvia y contaminar de mí en un último acto el planeta.
Tengo mis derechos y para morir también soy caprichoso.
Lo siento por los órganos que nadie lucirá, pero si sirve de consuelo, dejaré un cuerpo absolutamente acabado.
Vencido por el otoño, ha rendido sus hojas de oro y sangre.
Es hora de descansar, amigo, nos encontraremos en la primavera.
Si llego a ella.
Soy parte de la inmensidad, una molécula perdida entre montañas. No me encuentro, no sé donde estoy. Con existir es suficiente, no puedes perder el tiempo buscándote, porque mueres en el intento sin encontrar consuelo a la inquietud de esa enormidad.
Semper atom.