La balsa está podrida porque no hay agua limpia que la llene. Y la que le llueve es orina, orina enferma y vieja.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
La realidad tomada por mi cámara. Seres creados para combatir la mediocridad. Instantes que no siempre son lo hermosos que nos dijeron.
La balsa está podrida porque no hay agua limpia que la llene. Y la que le llueve es orina, orina enferma y vieja.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Te puedes preguntar si has pasado en coma ocho meses y tras abandonarte en un paraje cualquiera, has despertado en un nuevo invierno. Y de paso, golpearte las sienes para asegurarte que el cráneo está lleno.
Puedes preguntarle a la irritada comadreja temblona si le ha pasado lo mismo que a ti.
Y la única explicación es la que recuerdo de hace unos minutos, cuando vi nevar a través de la ventana de la cocina salí de casa, de su calor y refugio. Y preferí el frío y fumar entre copos que el viento arrastra veloces, a millares; silenciosamente, como una melancolía que se deshace, deslizándose rostro abajo.
La comadreja malhumorada me dice que estoy loco. Yo le respondo que no puede hacer daño, he vivido momentos peores; pero no tan bellos.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Pareciera que de sus grandes fauces, fuera a vomitar otras tablas de piedra, con más mandamientos.
Y he pensado en Moisés y su paranoia.
El mito era un hombre enfermo que se drogaba.
Que sometió a un pueblo mendigo con las mentiras de sus delirios.
Y el pueblo prometido, lo mismo que los habitantes de hoy día, una manada de lerdos quejumbrosos y cobardes, con un pánico patológico a la libertad y a valerse por sí mismos.
La nube debería tener dientes (y bombas nucleares) para devorar a todo aquel que se encuentre bajo ella, aunque me matara a mí también.
Sería un buen trato. ¿Verdad, nube feroz?
Hazlo, nube voraz, mátalos a todos, que no quede ni una sola estirpe humana en La Tierra. Sin más mandamientos de mierda, métetelos en tu caníbal y monstruoso culo.
Mátalos en silencio, y si existe un Moisés, asegúrate de que su muerte sea dolorosa, que se quede atrapado entre dos de tus dientes y muera lentamente con cada movimiento de tus carnívoras fauces.
Y a pesar de todo, eres de una fascinante belleza.
Iconoclasta
¿Y si alguien me los roba, me los impide?
¿Qué hago? ¿Cómo gestiono la venganza, la violencia que conlleva el robo de la más básica libertad?
¿Cómo defender pacíficamente lo que me pertenece cuando me lo han robado a la fuerza, con humillación?
¿Cómo hacer pagar el dolor causado cuando intentan robarme mi parte del planeta encarcelándome?
No saben lo que hacen, no pueden imaginar dónde les llevaría semejante acto.
Hay consecuencias…
Es precioso y es mi privilegio de hombre admirar los amplios cielos, los inabarcables horizontes.
Vale la pena combatir por ellos, cualquiera que sea el precio.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Tiene su vanidad, le gusta mucho la canción The Lion Sleeps Tonight (Wimoweh), aunque no me lo creo. La verdad es que me gusta más a mí.
A él le encanta observar los pájaros que le gustaría cazar y decapitar juguetonamente.
No es un vulgar león. Es un tanto vanidoso y el muy felino tiene razón para serlo.
Y no le gusta que le molesten cuando duerme.
Pinche Murf…
También me hace notar que yo no soy más que él.
Y estoy de acuerdo, muy de acuerdo.
Iconoclasta
La fotografía en blanco y negro es una bella metafísica de la mediocridad. Una gama de grisentería que hace de los colores más apagados un misterio y a los más radiantes roba su protagonismo y vanidad.
Tal vez el blanco y negro, además de su facilidad para revelar por cualquier aficionado en los tiempos anteriores a la foto digital; tiene su encanto en que es una visión extraña del mundo, más simple; pero hace de las texturas las grandes actrices estelares. Lo viejo se hace atávico y a falta de color, más digno al convertir lo decrépito en antigüedad. El pelaje más intenso, más espeso, o más ralo si así se da el caso. Las plantas ostentan con orgullo de músculo las venas de clorofila en sus hojas y la cicatriz heroica de algún hongo.
El blanco y negro se centra en la intimidad. El color en la espectacularidad y la realidad sin piedad: es nuestra visión diaria.
Desafortunadamente (afortunadamente para nuestra supervivencia) no podemos ver en escala de grises.
El color crea polémica, una batalla de tonos que el cerebro humano debe descifrar debidamente. Lo gris relaja con su uniformidad y los simples claroscuros.
Ambas técnicas son la metáfora de la sociedad y su riqueza y miseria: puesto que no hay suficiente riqueza (color) para todos, es mejor repartir la pobreza (lo gris) dulcificándola con un poco de romanticismo. No puede hacer daño.
Es una mirada cínica al apasionante mundo de la fotografía, desmitifica los grises y le otorga su crudeza al color. Las cosas como son, por mucho que nos apasione el blanco y negro, es demasiada simplificación; como para perder el rumbo.
Las razones para elegir entre el color y la gris monocromía, cuadran con la humana esencia que ha formado una sociedad banal e infantilizada que solo satisface a los lelos: realidad o cuento.
Y me gusta la grisentería en la fotografía, me lleva a evadirme. Siempre digo que demasiado color me da dolor de cabeza. Bien, cuando fotografías y obtienes lo que has visto simplificado a una gama de grises, puedes pensar que has visitado un lugar extraño para variar. Todos quedamos perfectos en blanco y negro cuando no hay un color que pueda salir marchito.
Técnicamente la dificultad radica en el color, la idónea temperatura de la luz, el contraste mayor o menor de tonalidades, la sombras son más duras e insalvables, requiere más precisión y ser muy selectivo con lo que se pretende destacar.
Si dominas el color, dominas la técnica fotográfica.
El blanco y negro, requiere más la elección del sujeto: que sea interesante. Porque a la mediocridad de lo gris, no puedes añadir algo más gris todavía.
Es más relajante y da un respiro de tanta realidad pura y dura. Una pacífica y amable grisentería para todos los públicos.
El color no perdona y la sangre es sangre, como la carne abierta y la carne en descomposición, como las escleróticas vidriadas en rojo. O las uñas blanco amarillento de aferrarse con fuerza a un clavo ardiendo para salvarnos del hastío y se nos escapa de los dedos.
Todo puede tener su encanto y su canibalismo.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.