Si los arcos hablaran...
Tantos ojos miraron a través de ellos.
Un caleidoscopio de secretos y muertos.
Lo bonito es que aún después de tantísimos años, se sigue usando y disfrutando.
El edificio de la vieja aduana de Puebla, está vivo.
Un bello rincón en medio de la ciudad.
La niebla lo hace todo más extraño, me da una intimidad que la luz me roba.
Hace de la vulgaridad magia y misterio.
No puede hacer daño la fantasía.
Para
fotografiar un río en una ciudad cualquiera, hay que cerrar mucho el foco, que
no se aprecie lo que le rodea y la profundidad de campo sea escasa para
eliminar los detalles sórdidos. Luego hay que maquillar la foto para disimular
la mierda que arrastra el agua. Respecto al hedor, no hay problema, por ahora
las fotos no transmiten olores.
Qué
envidia me dan los artistas capaces de realizar con tal perfección y
grandiosidad semejantes obras.
La ciencia ficción, la fantasía y el cómic al
poder.
Grafiti en Puebla, Angelópolis.
La
fantasía, cuanto más grande, mejor. Es lo más cerca que puede estar de la
realidad. Solo con el tamaño puede combatir tanta mediocridad e inundar las
retinas de tanto vulgar.
Grafiti en Puebla, Angelópolis.
Los colores combinan bien con el cielo gris, porque de hecho el patriotismo es de color gris como lo es el acero de las cadenas de los esclavos, como lo son los uniformes fascistas.